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jueves 18 abril 2024



- 01/08/21
MI REENCUENTRO CON SAN SEBASTIÁN (I)
En día de preparatorias para el Gobierno Vasco, un año después

por Rodrigo García Bergareche

Lord. Foto:

Debido a que las visitas a este hipódromo se espacian de año en año, las partidas indefinidas traen consigo cierta sensación de desasimiento.

  • En eso estaba el 28 de Agosto del año pasado, en una jornada de mañana que vino a ser el colofón propio al ciclo veraniego. El recuerdo no está especialmente en lo que ocurrió de forma detallada en la pista, se halla en la luz matutina, en la imagen luminosa, insólita a la costumbre e imborrable. El día de la despedida, al dar fin la última carrera, se emprende también una última vuelta al anillo caminando sobre el suelo rojizo, tratando de grabar a fuego cada pequeño detalle para preservarlo en conservas en la memoria hasta el año próximo. Y mientras se deja la visión de la recta de enfrente y se cruza el río, se piensa en si se volverá a estar allí el próximo verano. Quizás, debido a una devastadora desgracia ese paraje maravilloso ya no existiera, quizás los que ya no existimos somos nosotros - que la vida es volátil y pende como la espada de Damocles-, o quizás simplemente, debido a circunstancias inevitables, nos es imposible regresar. Tienen ahora, con el correr de los acontecimientos, algo de prefiguración irónica esas cavilaciones agoreras.

  • Durante los grandes espacios intermedios en los que me ausento, he soñado alguna vez con el hipódromo. Siempre soy consciente de dónde estoy, aunque en ocasiones la sustancia de lo real se altere mucho y sea un lugar transformado, en el que -alucinaciones oníricas- la recta, que se alarga fuera de lo normal, da comienzo y se fusiona con la carretera de una urbanización a medio habitar. En ese escenario recurrente no hay establos, ni la ciudad deportiva de la Real, ni una gasolinera, ni arterias de carreteras, hay una urbanización que siempre está desierta. En otras ocasiones bien puede una carrera iniciarse justo en medio de la curva de Bugati y que al salir se encuentren con un desnivel enorme: una cuesta muy pronunciada que abordan escondidos del público porque los oculta un bosque tupido en el que me encuentro precisamente yo, camuflado entre la hojarasca, atisbando el remontar de los caballos junto a la valla. Una escena típica es la de dos grupos de caballos corriendo en sentido contrario y una enigmática la habitación secreta de grandes azulejos blancos a la que se accede desde el paddock, habitación que bien pudieran haber inspirado los baños, con el mismo azulejado, pero que en ese plano de la consciencia es una estancia cambiante y vacía, en la que nadie alivia sus necesidades fisiológicas básicas.

  • La última aparición fue en un sueño bastante vívido y dinámico. Atravesaba en coche una autovía que discurre por un puente altísimo que no acababa nunca, la visión del paisaje era diáfana: en el cielo anaranjado y algo turbio del atardecer veía unas figuras geométricas enormes, cuadrados, círculos, triángulos, de colores apagados pero distintos entre sí que rotaban lentamente. En la lejana llanura que quedaba por debajo podía observar la pista y las gradas extrañas empequeñecidas en la distancia. Fue sólo un detalle, una parte del atrezzo en una historia alocada, diluida ya en la lógica de la materia dura y el tiempo.

  • Así, cuando tras muchos meses se regresa a lo que se considera en cierta parte un hogar, la existencia, imperceptiblemente, toma un leve barniz de irrealidad y el límite entre lo borroso y lo exacto se difumina. Esta temporada esa efeméride ha venido a ser el 2 de Agosto. El domingo, día de acudir a sagrado, después de unas pochas y unas sidras, cojo el topo con el cielo encapotado y pongo rumbo a ese lugar. La entrada en el móvil comprada desde hacía días -la de la Copa también, por si acaso- y la mascarilla puesta, en un trayecto entre huertas y bloques de edificios.

  • Sin embargo, no es este el inicio real de la jornada, porque la liturgia de las carreras comienza siempre unos días atrás, yendo a comprar el programa en uno de esos kioscos de la Avenida de la Libertad. El jueves 30 resulta un típico día de calor norteño, 34 grados de humedad sofocante y pastosa. Tras hacer lo que he venido a hacer, me doy una vuelta por el puerto y entro a una exposición sobre Juan Sebastián Elcano, natural de Getaria, en el museo marítimo. Salgo pensando en las diferentes perspectivas ideológicas, extremas entre sí muchas de ellas, mediante las que el ser humano puede acercarse a un mismo hecho. Estando en esas reflexiones el tiempo ha cambiado, unas ventoleras prepotentes levantan la arena de la playa y con ella a la gente, aprovecho entonces para ocupar el lugar antes atestado y me doy un baño a la vez que unas nubes amenazadoras cierran la bahía. Ojeo luego el programa entre las acometidas del viento y la visión pintoresca del atardecer en la Concha, con el sol colándose entre lo gris.

  • Llegando a la estación de Lasarte, atravieso el vagón y me coloco en la primera puerta, se me abren los cajones y salgo, en punta -a paso de maníaco quizás- toda la calle del hipódromo abajo, en cierta analogía con la recta, hasta el río, ese símbolo atávico que separa y se erige como frontera espiritual entre lo prosaico y el espacio mágico: el Oria reactualiza el mito y ya contemplo de nuevo la recta de enfrente, como si apenas hubiese pasado un año desde que dejé esa imagen, enérgico esta vez, porque la recorro en sentido adverso, atravesando el parking de plataneros enormes, oteando el verde oscuro de las gradas…

  • Lo primero que hago es una ronda de reconocimiento, homóloga a la de la despedida, para comprobar que sigue todo en orden y poder dar frescor y vida, decurso, a aquellas imágenes fijas, embotadas en el recuerdo. De nuevo se anda por ese suelo rojo apagado, de nuevo se observan las fotos en blanco y negro de otras épocas, se atisba el primer bar y el recinto de ganadores, los setos circundando las entrañas de las tribunas y los puestos de apuestas en ladrillo visto –con mamparas de plástico este año-. La pizarra donde se anotan los resultados, tiempos, distancias y dividendos, los carteles con chaquetillas añejas y el palmarés de la Copa y el Gran Premio de San Sebastián, los bancos de madera, el otro bar y el paddock, cubierto con una lona este año y el acceso restringido. En el lado opuesto la casetilla en alto de las banderas, el césped y la pista, los asientos verde chillón, la meta, la elipse interior de arena. De nuevo se aprecian las cuadras, y, a lo lejos, el Buruntza al fondo, guardándolo todo con sus casas dispersas enfrente, los bloques de edificios que se asoman fisgando lo que pasa aquí dentro. Se iza una enseña azul imaginaria y puede dar comienzo la jornada.

  • No he llegado con todo el tiempo que quisiera y tras acabar esa ronda ávida ya hacen su presentación en sociedad los caballos de la primera carrera. Es un reclamar de 2000 metros en el que las dos bazas más consistentes son Urban Rock y Algaida, que a la postre se lleva la victoria en una victoria clásica de San Sebastián, de punta a punta, aprovechando Hrubosova el descargo, empieza y acaba la yegua imperial, siempre a varios cuerpos de los demás, Urban Rock se va a buscarla en la curva pero nunca llega, a mitad de recta se sabe que ya que nadie viene, Birdie tiene un amago de pelea y cierra el podio. Llevaba apuntada la gemela junto con Ascension Directe, pero sólo hago unos tríos que no me reportan nada. Dream Start, la número 7, está bonita en un paddock chispeante, sin embargo, viene de correr siete días atrás con una subida de 400 metros con respecto a su anterior y acaba última. Ha sido una buena primera piedra de toque, es la victoria que quizás más me guste ver –junto con el remate poderoso desde el final del pelotón-: un puntero a paso machacón y tenaz de principio a fin.

  • Tras quedarme sin sitio en la primera, entro rápido al paddock para poder ver a los potros del Critérium Nacional desde la gradilla y no desde fuera -casi en actitud voyeuresca, buscando apenas un pedazo ralo de visión a través del cual estudiar el estado previo de los participantes-. El papel de la carrera es Tunante, sorprende ver a Sanblass como segundo favorito, quizás por ser hijo de una yegua donostiarra como Amorebieta, con gusto por el blando como sucede hoy. El detalle de la jornada se produce entre Borja Fayos y Václac Jánacek, ya en sus monturas bajando a la pista. Siempre que veo a Borja Fayos dirigiéndose al verde de Lasarte me acuerdo de unas palabras que le dirigió a un Julien Grosjean atribulado, alejándose hacia los cajones a duras penas, porque se peleaba con un caballo que le estaba dando mucha guerra, que tiraba coces y amagaba con ponerse de manos, cabriolando, buscando dar con sus huesos en el suelo y salir corriendo hacia las cuadras. En esos momentos de apuro, Fayos le gritaba: <<¡Vamos Julien! ¡Quién dijo miedo habiendo hospitales!>>. Hoy, Jánacek, que le precede, le pide que vaya delante de él en el canter, porque su yegua, Brujilda, debuta, y Osa Mayor, la potra del valenciano, ya tiene algo de experiencia en estas lides.

  • Parece que ésta le ha cogido el gusto a encabezar los galopes y sale en punta. Ya trazan el recorrido por los palos de fuera, debido a la pista pesada. Tunante escolta la cabeza durante los 1400 metros de la prueba. Entrando en la recta los dos primeros abordan su ataque por dentro, el favorito pasa fácil a las manos de Ricardo Sousa y Osa Mayor se va desvaneciendo. Escogen los carriles de fuera Brujilda y Machu Picchu, que luchan por la segunda posición, la yegua mantiene la pelea hasta los últimos 50 metros y acaba por ceder, pagando el debut. Sanblass no confirma su favoritismo en taquillas y termina último, lejos, sin ser exigido por su jockey.

  • Para la tercera carrera, la preparatoria de los 3 años para el Gobierno, me gustan sobre el papel cuatro de nueve participantes: Salar Island, Manumart, Muguetajarra y Untitled. Como no me decido a quitar ninguno, cierro gemelas con los cuatro, a pesar de que me gustaría hacerlo sólo con tres, sabiendo que hay bastantes posibilidades de acertar, pero redundando en poco beneficio. Cuando aprecio a Manumart revoltoso al pisar pista, termino por arrepentirme de haberlo metido, pero ya está todo hecho y no hay vuelta atrás, tampoco sería la primera vez que un caballo sale así y acaba ganado, cosa que no ocurrirá esta vez.

  • A lo largo de los 1400 metros del recorrido se forman dos grupos de caballos, uno reducido por dentro y en cabeza, con el susodicho Manumart, Faveur Grine y Linda y el resto pegados a los árboles, con Baadir y Truhán comandando y Salar island, el favorito, detrás. Llegando a la curva el grupo se homogeniza, para luego, ya en el recto, volver a disgregarse a lo ancho del verde, formando un bonito y colorido muro de caballos. Salar Island, con José Luis Martínez, ataca vigoroso por dentro, nuestro rebelde Manumart pierde terreno por el centro y por el exterior rematan Muguetajarra y Untitled, éste más sólido, debido a que tiene menos carreras en el cuerpo. Realmente pone en apuros la victoria del de la cuadra Nijinsky, pegado a los palos de fuera, en otra de esas actuaciones que me encanta ver, pasando como una exhalación junto al público apiñado en la valla. Sin embargo, su remate no obtiene el premio deseado y escolta por un cuello al ganador. Cojo una gemela que definitivamente no me va a hacer rico, pero con ella amortizo gastos y me proporciona algo más de presupuesto para la siguiente.

  • En el hándicap de la cuarta, corre uno de los caballos más queridos y entrañables del hipódromo, Duendecillo, caballo de Lasarte, con 7 victorias aquí a lo largo de sus 10 años. Ya con una en el cuerpo en la que queda cuarto, parece que se dispone a confirmar en la siguiente, como ya ha hecho tantas otras veces. Debido a esto y, no podemos negarlo, por afinidad, entra en mis apuestas junto con Iron Rock, definitivamente el caballo de la temporada (acaba con tres victorias y otras tantas colocaciones haciendo honor a su nombre) y Bella Canarias, que viene de un segundo a favor de forma y el descargo de Lara Martínez, con la que repite.

  • Alumbra un resol el recorrido de los 1600, Octavia Minor encabeza, Iron Rock anda cerca, bien situado por fuera, aprovechando el cajón más exterior y Duendecillo cabalga más retrasado. Bella Canarias remonta los primeros compases de la carrera y avanza desde las últimas posiciones hasta la cabeza por el interior. En la recta se forman dos grupos, los que menos por dentro, con la de la cuadra El Sable aparentemente fácil junto a su compañera de preparación, Extrañeza, Nador y Jasmine, al otro lado los demás. Despunta pronto y enérgico Iron Rock cuando le pide Fayos y se ve ganador fácil, Duendecillo no termina de carburar y cierra el trío en lucha con Jarocho -que acusa ser el tope de la escala- siguiendo a Bella Canarias, que repite actuación.

  • La tarde se va despejando hacia el final, llega la quinta carrera, el Diario Vasco, que da nombre a la reunión, la preparatoria de los viejos para la milla de oro del verano. No tenía pensado jugar, pero después de coger otra gemelita que tampoco me hace reventar la banca, me decido a cargar una apuesta –sin perder la cabeza- con dos favoritos: Billycock Hill y King Malpic.

  • Boston Bruin y El Junco empiezan mandando en los 1400 metros, el primero va perdiendo posiciones a lo largo de la recta de enfrente, detrás van mis dos bazas con Furioso. A la entrada de la recta, el favorito, de amarillo con lunares negros, busca el exterior y parece que viene bien, se forma por unos momentos una pared de cuatro caballos luchando por la victoria, a saber, de fuera a dentro: Billycock Hill, Cañedo, King Malpic y Boston Bruin que se ha rehecho y acaba por despegarse junto con Cañedo. A la postre forman la gemela, con Borja Fayos sobre Boston Bruin repitiendo y ganando consistente por un cuerpo. Furioso, que había visto interrumpida su acción al quedarse justo detrás de estos cuatro, encuentra hueco a última hora y acaba tercero poniendo de acuerdo a mi gemela, que acaba junta, sí, pero no donde a mí me hubiese gustado. El Junco se mueve de extremo a extremo, de primero a último bastante alejado, sin ser movido desde media recta.

  • Así acaba mi primer día de la temporada. Meses atrás, estar aquí se antojaba difícil, cuando menos imposible, por ello me marcho satisfecho simplemente por haber podido ver carreras en directo y, además, con algo de dinero en el bolsillo. La despedida no es definitiva aún, porque se vislumbra en un futuro cercano la Copa de Oro: en apenas doce días volveré a cruzar estas puertas para vivir la jornada más especial del Verano, y, permítaseme el juicio de valor, del año.












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