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miércoles 24 abril 2024


Hipódromo de Mooney Valley





Australia - 18/01/02
Los pura sangres de carreras en Australia
El Continente del turf

Por Coral Fernández y García-Diego

“Banks está impresionado con el lugar, está llenando toda la cubierta de plantas y más plantas, creo que recoge todo lo que ve. Un sabio feliz, descubre que desconoce tanto y se maravilla. Hemos conocido a los habitantes de esta región, me congratula ver a gente tan contenta con su entorno. Parecen más felices que los europeos. Viven en una sociedad en la que todos parecen iguales y en dónde la tierra y el mar les proporcionan todo aquello que necesitan para subsistir. Son diferentes en tantas cosas a nosotros. No hay edificaciones de ningún tipo y no entienden que nos refugiemos en el barco. La tripulación no les mira con buenos ojos. Su piel tiene el color de su tierra y su mirada revela sus intenciones. Los ancianos van con los más jóvenes y por las noches cantan y ríen junto al fuego. Les llamamos KOORI pues así nos lo pidieron al recibirnos. ENDEAVOUR 1770 Botany Bahy.- James Cook- Diario secreto.”

Imagen del hipódromo de Sandown

  • Para muchos, la influencia colonizadora de los ingleses a través de la historia y del orbe, resulta -en no pocos aspectos- negativa. No seré yo quién quite la razón a los que así piensan, aunque conserve intacta mi libertad para compartir o no tal idea.

    Antigua imagen del hipódromo de Flemington

  • Como todas las naciones que se han expandido fuera de sus fronteras, invadiendo, ocupando o simplemente poblando territorios distintos a los suyos, los ingleses llevaban su idioma, costumbres y cultura allí dónde habían decidido asentarse. Y, prácticamente en nuestras antípodas, la isla más grande o el Continente más pequeño del mundo, Australia, se convirtió –a finales del Siglo XVIII- en destino elegido por cerca de doscientos mil británicos que iniciaban una nueva vida en aquel lejano, vastísimo y extraño territorio, escasamente poblado por aborígenes. Un territorio en el que el entorno medioambiental contrastaba con lo que era familiar a los invasores en su vieja nativa Britania. Un lugar en el que la lluvia –elemento con el que convivían desde la cuna- escaseaba, dónde fauna y flora les resultaban desconocidas, dónde costumbres, religión, cultura o hábitos sociales les eran ajenos. Tal era –en simplista vistazo de urgencia- el lugar en el que el idioma, el té de las cinco, el cricket y los caballos de carreras –elementos básicos de la británica cultura- iban a ser implantados. Y, con excepción del té -de cuya aceptación en Australia no tengo noticia cierta- cricket y carreras florecieron en la tierra nueva.

  • Mientras el cricket es tenido en la actual vida australiana por el deporte nacional, no le van a la zaga las carreras de caballos, desarrolladas con firmeza bajo las directrices inglesas, de las que adoptaron los principios fundamentales, pero que pronto adquirieron las peculiaridades que hoy las identifican como un deporte-espectáculo propio.

    Hipódromo de Caulfield

  • En efecto, el turf australiano se desarrolla hoy en día con gran éxito en numerosos hipódromos concentrados en las zonas habitables de la Isla y la industria de la Cría del purasangre inglés ha alcanzado cotas del más alto nivel, perfectamente a la altura de la norteamericana, inglesa o francesa.

  • Las peculiaridades de la actividad se hacen patentes, tanto en el ámbito de las carreras como en el de la cría. Lo primero que resulta diferente para los turfistas del Hemisferio Norte es que en Australia los meetings –denominados con frecuencia Festivales- se celebran bajo la férula de los Clubs, agrupaciones de socios por territorios, con hipódromo o hipódromos propios, así como centros de entrenamiento, yeguadas, compañías de apuestas y toda la infraestructura necesaria para su desarrollo. Este tipo de organización tiene la aplastante lógica que le da un país tan grande y tan diverso, dónde la población total ni siquiera alcanza los veinte millones de personas y en el que enormes extensiones de terreno apenas si están habitadas. Las concentraciones de personas se producen en las cercanías de las grandes ciudades, muy a menudo cerca de las costas, por tratarse de tierra más fértil.

  • Tomando como ejemplo Victoria, uno de los seis Estados australianos más pequeño pero más poblado, podemos encontrar tres importantes Clubs de Carreras que organizan sus propios meetings: el Victoria Racing Club que rige el Hipódromo de Flemington, el Melbourne Racing Club bajo cuya dirección se dan carreras en Caulfield y Sandown y el Mooney Valley Racing Club, adscrito al Hipódromo del mismo nombre. En todos ellos, los meetings, Festivales o Carnavales son reuniones festivas en las que se ofrece al público toda clase de entretenimientos con el denominador común de las carreras de caballos. Los hipódromos reúnen todas las comodidades y adelantos que se puedan hallar en cualquier hipódromo moderno, con bares, restaurantes, tiendas, lugares de juegos para los más pequeños, junto a lo que el aficionado puro y duro requiere en cuanto a apuestas y medios técnicos. Son fiestas al aire libre en las que no falta el picnic sobre la hierba, clara influencia de las reuniones inglesas más antiguas.

    Carrera en Australia

  • Los aspectos particulares de esta actividad en Australia son más patentes en lo que al aspecto técnico hace referencia. Lo habitual es correr sobre turf pero tanto la valoración de las carreras como el sistema de entrenamiento difieren en mucho con aquello a lo que los aficionados europeos estamos acostumbrados. Para el turfista australiano, los hándicaps tienen la máxima aceptación, recibiendo con harta frecuencia la calificación de Grupos 1, algo perfectamente impensable para nosotros. Y, en lógica deducción, prima el caballo capaz de vencer con la mayor cantidad de plomo posible, signo de fuerza, resistencia y dureza. Los purasangres se entrenan –en última instancia- en carreras públicas, algunas de las cuales –los trials- están especialmente programadas con ese objetivo, algo normal también en nuestro entorno, pero que deja de serlo si se tiene en cuenta que las preparatorias australianas tienen lugar tan sólo dos o tres días antes de la Carrera Principal, de aquella que es el teórico objetivo prioritario. No hay en Europa quién piense ni por lo más remoto que, para preparar el Derby, la piedra de toque que otorgue al caballo el último átomo de forma, pueda celebrarse cuarenta y ocho horas antes del mismo. Los caballos europeos no podrían resistir ese ritmo frenético.

  • La explicación de este peculiar estilo de entrenar es, sin embargo, consecuencia lógica de la forma que los australianos tienen de criar purasangres y que atiende, principalmente, a permitir un desarrollo íntimamente pegado a la Naturaleza, en el que la mano del hombre apenas interviene. Este tipo de crianza, rústica y sin contemplaciones, obliga a que la raza se endurezca y deje ese estigma de fragilidad y delicadeza que –con más frecuencia de la que sería deseable- se enseñorea de nuestros purasangres, criados con unos cuidados, mimos y delicadezas que, sin duda, les debilitan. Y, así, mientras que asistimos año tras año en Europa a la presencia de caballos que tienen dosificadas sus salidas a la pista al máximo y cuyo programa rara vez incluye la permanencia en entrenamiento a cuatro años, en las carreras australianas proliferan los “viejos” que llevan en sus espaldas mil y una batallas y que en nada se arredran si han de cargar toneladas de plomo en un handicap o si tienen que afrontar distancias que superen la milla y media.

  • Y en pura coherencia con esos axiomas, Australia es la sede de una de las carreras de más renombre e importancia del mundo: la Melbourne Cup, un acontecimiento social equiparable al Derby de Epsom (valga la redundancia), en el que el país entero se detiene todos los primeros martes de Noviembre. La Melbourne Cup es el ejemplo vivo de lo que venimos afirmando, paradigma de lo que es en Australia una carrera de caballos, la mejor carrera de caballos, para ser más concreta. Se trata de un hándicap que se corre sobre los 3200 metros considerados más duros del turf mundial, “a jarapo sacado”, desde el mismo poste de salida. Tan prestigiosa es la Melbourne Cup que, en los últimos años, suscita el deseo de más de un propietario del Hemisferio Norte, que organizan un viaje tan largo y afrontan la penosa cuarentena exigida cada vez con mayor frecuencia, escogiendo un tipo de animal cuyas virtudes principales sean salud y resistencia.

  • No es en vano que los caballos de carreras nacidos y criados en Australia tengan un aspecto bien distinto a los que nos son más cercanos en Europa: fuertes, musculados, potentes, de mayor estatura y envergadura que los nuestros. Más sanos y longevos, a pesar de correr mucho más. O quizá por eso. Siempre me viene a la memoria, al hablar de esta materia, lo que el americano Hangcock decía: “el caballo de carreras está hecho para correr”. En Australia siguen ese principio al pie de la letra, creando un producto propio que tiene asegurado un futuro firme y consistente.











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