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jueves 28 marzo 2024



Gran Bretaña - 13/07/02
Del Royal Meeting al King GeorgeVI…
and Queen Elizabeth Stakes

Por César A. Guedeja-Marrón de Onís
  • Agustín de Foxá, el escritor al que se atribuye la broma, en su caso dirigida al extenso nombre de un partido político, habría añadido “ y de los carruaghems camas e dos grandes expressos europeus”. No se encuentre en ello ninguna carga de desdén hacia la carrera cumbre del verano porque a mí se me hace una de las más importantes de la temporada, a ventilar en Ascot el último sábado de julio, pocos días antes del “glorious” Goodwood, el más bonito escenario de nuestro deporte que uno conoce.

  • Los franceses, que no se bajan de su pedestal ni para cobrar, le llaman “el Arco de Triunfo del verano”. Cosa que tiene cierto sentido toda vez que las condiciones de participación, distancia y peso son clavadas, salvando que el margen que reciben en plomo los tres años es el que corresponde a la época pues sabido es que los clásicos no alcanzan su pleno desarrollo sino al término de esa edad.

  • Los tiempos no son favorables a para la carrera. Intereses comerciales y una cierta debilidad en los más egregios elementos, derivada posiblemente de sangres demasiado afines (desafiamos a que se nos reseñe, excluido Paco Salas, naturalmente, un ganador de respeto sin Nearco en su pedigree, o exagerando, sin Nearctic, Northern Dancer o Native Dancer, todos ellos descendientes de Phalaris), causan pánico en los mentores de quienes podrían estar en la salida. El Arco también tiene una influencia en el K.G.VI. que no resulta de su mera existencia sino de su prestigio para la yeguada, aunque a mí se me antoja que tiene igual mérito, si no más, vencer en la de Ascot. Todo el mundo desea ganar la parisina quizá porque representa un plus de calidad probada en el momento de la temporada en que la madurez de los tres años, y no digamos de los viejos, es casi total.

  • Y así, el doblete mágico entre ambas pruebas parece cosa del pasado, por otra parte no muy remoto ya que dos de mis caballos preferidos, y quizá por ello, lo lograron: Lamtarra y Dancing Brave, a tres años en ambos fastuosos ejemplos.
  • De memoria me atrevo a decir que también Mill Reef, el pequeño gran negrillo, lo logró igualmente a sus cuatro años pero, por mucho que duela, eso pertenece a la Historia de los primeros años 70. Y ya ha llovido. El legendario Nijinsky, que era uno de los mejores potros de la Historia entera de las carreras, no lo consiguió por causa de la conjunción de los astros. A saber, en el Arco de su derrota se aliaron St. Martin sobre Sassafras, que no era ningún recién llegado, los nervios del pupilo de O’Brien (D. Vincent, que no Aidan) por la barahúnda pre-carrera, la nube de fotógrafos, que desde entonces tienen un acceso restringidísimo al paddock de Longchamp y de todo hipódromo que se precie, y por el famoso fustazo de Lester Piggott que hizo perder la vertical al hijo de Northern Dancer... y la gloria. En la que, a pesar de todo, merece estar. Y, de hecho, está en muy alto escalón. No olvidemos que se presentó en Longchamp con la triple corona en sus sienes, performance no reproducida hasta hoy.

  • Ha habido intentos publicitarios, puros y edulcorados, de incentivar la participación en la carrera, como ocurrió con la World Cup Series del año pasado, que no han fructificado. Tan solo creo que esas fastuosas primas que se proponen para quien haga el “pas de deux” podrían tener éxito y no exclusivamente por el estímulo monetario inmediato sino por el prestigio enorme que acarrearía al ganador... con suculento valor para la función de semental.

  • Pero hay que ver también la temporada con mayor perspectiva. A estos efectos, el Royal Meeting de junio tiene una incidencia, sea directa o no, en la de fines de julio que no debe desconocerse. Prescindamos lo justo de lo que Galdós llamaría el matalotaje de las carreras de Ascot en junio. Que si miles de pamemas, que si esa singular mezcla de lo más refinado del turf con algo de chusma (de todas las clases sociales, no crean) libadora inagotable, hasta el coma, de todo género de espirituosos, del mar de sombreros de copa, del festivo ambiente cuya delicia inicial se transforma poco a poco en una masa estimable de beodos cantarines que, la verdad, no sé cómo acaban la tarde. De cómo acaban el meeting completo, ni hablamos. Vayamos al mero aspecto deportivo y declaremos que es el no va más, el “rien ne va plus”, la “crème de la crème” del turf.

  • Ejemplo revelador es simplemente asistir al paddock. Si uno es un redomado vicioso y se acerca al ensillado, a lo que puede llamarse el pre-paddock, la visión alcanza cotas sublimes, de ensueño. Es difícil contemplar más en condición a los caballos en medio del silencio y la unción con que encopetados y zarrapastrosos seres veneran el caminar tranquilo, de distensión, de los participantes en capilla para la próxima carrera. El todo constituye algo inolvidable. Permítaseme la digresión personal, pero no resisto callar que uno de los momentos que más impacto me han causado en mi asquerosamente larga vida de hipódromo fue la aparición, en dirección a donde me encontraba junto a un dilecto correligionario, de Dubai Millennium, brillante como las joyas de la Corona. Que, confieso contrito, no era, hasta aquel dia memorable, una de mis debilidades.

  • No es solo eso. La organización de lo que yo llamo la “mecánica de las carreras” es simplemente perfecta. No se retrasan ni un segundo en ninguna operación, salvadas las veleidades de algún participante, por otra parte rarísimas porque, con toda lógica, eso es el templo de los caballos. Y, así, están bien domados, bien cuidados, mimados hasta extremos que nunca llegan al exceso ni a la cursilería. Para concluir, hasta conozco un converso que estaba convencido de que las carreras francesas eran la cumbre del turf. Digamos que son el Mont Blanc y que Ascot es el Himalaya.

  • Los defectos no son sencillos de encontrar en el plano deportivo. Aunque es famoso ya, y observen que no son muchas las oportunidades para errar, el “misterioso” criterio de los Comisarios de Carreras. Todos recordamos el caso de Royal Gait, por dudas que el asunto pueda ofrecer, pero donde se superaron todas los listones de lo arbitrario fue en la Gold Cup que regalaron a Kayf of Tara. También merece observarse un exceso en el uso del látigo por los jockeys en general, explicable por el durísimo final ya que, si no se exprime el esfuerzo ávidamente, la victoria o la golosa colocación se esfuman.

  • Pero regresemos a nuestro tema. El meeting real influye en los planes de los sabios responsables en relación con el K.G. VI de modo decisivo. No es que haya muchas carreras “preparatorias” o, por mejor decir, de tanteo para ver si cabe acudir a la magna ocasión de julio. El King Edward VII (mal llamado Derby de Ascot) y el Prince of Wales St, respectivamente de grupo 2 y 1, sobre 2.400 y 2000 metros, desvanecen muchas ilusiones y despiertan alguna esperanza o confirman alguna convicción. Incluso dos grupos 2 más, el Hardwicke o el Ribblesdale (este reservado a las hembras, por si alguna osase acudir al enfrentamiento, normalmente rehuido a esas alturas del año, con el sexo contrario) pueden considerarse piedras de toque reveladoras, precisamente sobre el mismo recorrido. Más, con la excepción de Grandera (Prince of Wales St.) no parece que este año vayamos a ver en pista a los que triunfaron en las otras tres pruebas. Tan solo cabe la posibilidad de que participe Zindabad (Shirley Heights) el ganador del Hardwicke. Ni Balakheri (Theatrical) ni Irresistible Jewel (Danehill), laureado el primero del King Edward VII y del Ribblesdale la segunda, estarán en la salida.

  • El 2002 nos plantea, y esto lo escribo a propósito muchos días antes de la batalla, unas posibilidades teóricas sensacionales. Pero me temo, apostando lo que sea de rigor, que no serán de la partida varios de los que deberían ser candidatos el día 27.

  • Ante todo, tendríamos a High Chaparral (Sadler’s Wells), brillante laureado del Derby y del Irish Sweeps homólogo, al que los rumores sitúan en York y en el Arco sin pasar el fielato de Ascot; a Sulamani (Hernando), el halcón del Jockey Club, cuyo entrenador parecía decantarse por el combate, si bien últimas noticias nos hacen creer que se empieza a pastelear, a deshojar la margarita y, en suma, a preparar la decisión de “rajarse”; a Sakhee (Bahri), guardado en conserva en sus cuarteles de invierno, que sí se dice será de la partida; y a Grandera (Grand Lodge), ganador apabullante del Prince of Wales St. del Royal Meeting.

  • Imagínense lo que sería un K.G.VI. con los cuatro en liza. Algo inenarrable, que no verán nuestros ojos. De acuerdo conque lo que hoy se puede barruntar es un aplazamiento del litigio para el primer domingo de octubre en Longchamp. Pero eso no es un consuelo para los denostados puristas del turf, entre los que uno se autoestima como de los más recalcitrantes. Todos sabemos lo que en este mundo sucede. Lesiones, terrenos que dejan en el box, performances contradictorias... Poniéndonos en lo peor, cabe en lo posible que solo el hijo de Bahri salga como unánime favorito el dia 27 de julio. Y que ningún tres años con papel verdadero le plante cara. Sería lamentable porque los momentos en el turf son más irrepetibles que en ningún otro campo y porque las ocasiones no regresan fácilmente.

  • A raíz del Jockey Club, llevados por la impresión del galope de Sulamani, decíamos en este foro que Sakhee debía prepararse. Sigo pensando lo mismo. Pero ese tipo de comprobaciones queda reservadas a la pista. Para lo cual, sin necesidad de ser de Ciencias, la mente dice que es condición imprescindible que los elementos en cuestión disputen la misma carrera.

  • Por otra parte, Grandera es, como Sakhee, de propiedad Godolphin, y en una prueba sin oposición no es factible que se batan el cobre sin contar con que, a buen seguro, el hijo de Grand Lodge no correría si el terreno está algo blando. De modo que nuestra única esperanza razonable de ver un espectáculo como merece una magnífica carrera es que Pascal Bary o el entorno Niarchos se decidan a pasar la mar. Que el que no arriesga deja en entredicho performances pasadas, por muy excelsas que fueran.

  • Buscando la emoción se me viene al caletre que Act One (In the Wings), del que ya muchos se han olvidado, no sería mal candidato a homenajear a su propietario recientemente muerto. O que ponga una pimienta de interés la ganadora de los Oaks, Kazzia (Zinaad), otra que es de Godolphin o, de manera más improbable, Quarter Moon (Sadler’s Wells). Si no, poco queda. Tal vez, Simeon (Lamtarra), el tercero del Jockey Club (que precisaría terreno blando) o Aquarelliste (Danehill), cosa casi imposible después de su contraperformance del GP de St. Cloud. Y, sobre todos, el que quizá introduzca un plus de interés a la temporada, el clasudo pero limitado en distancia, Golan (Spectrum), cuya consistencia y hazañas del año pasado habilitan para todo lo mejor.

  • amos esperanza y pensemos que la fiebre de la competición recorrerá las cabezas de los que manejan el tinglado para ver un KG VI histórico. En todo caso, Sakhee estará preparado, no lo duden.









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