EL PURASANGRE SEMENTAL DE CRUZAMIENTO El verdadero papel del “pura sangre” es el de mejorador de otras razas, hecho que no necesita demostración, pues de todos es sabido que del “pura sangre” se debe la creación de los anglo-árabe, anglo-bretona, y anglo-normanda (franceses); Yorkshires, Hackney, Cleveland-Bay y Hunter (inglesas); Hannoveriana, Ost-Friesland y Trackenhen (alemanas); trotadora (norteamericana); Orlow y Rostochines (rusas); Anglo-Hispana y Anglo-Arabe-Hispana (españolas). Como emplear un semental sin pruebas es completamente absurdo y las únicas que ofrecen toda clase de garantías son las públicas (porque de la competencia que en ellas se establece surgen los auténticos valores, debidamente contrastados), se comprende toda la importancia que tienen las carreras.

Entre nosotros siempre ha habido la marca tendencia a considerar las carreras de caballos únicamente como un espectáculo de diversión de la gente adinerada. Naturalmente, esto no pasa de ser una opinión totalmente errónea.

Sin quitar la parte espectacular que indudablemente llevan consigo, su finalidad es mucho más elevada y ejercen una influencia grandísima en el fomento de la ganadería caballar. En España no se ha apreciado como es debido todo lo que han hecho por la cría nacional del “pura sangre” los propietarios de las cuadras de carreras, que con sus esfuerzos desinteresados consiguieron que la producción nacional llegara a poseer una clase que hubiera podido ser la base de nuestro resurgimiento caballar, de no haberlo impedido la nefasta República, que paralizó todos los afanes y buenos deseos empeñados en mejorar nuestra producción.

El fin primordial de las carreras es la selección de sementales por la prueba, pudiéndose establecer tres categorías de “pura sangre”. La primera la constituirán los ganadores de las grandes pruebas clásicas, que serán los encargados de guardar el depósito de sangre pura, destinándoles como sementales para perpetuar la raza.

La segunda la formarán los llamados a ser sementales de cruzamiento, que mejorarán las razas locales, infundiéndoles el temple y la energía propios del “purasangre”. La tercera categoría, en fin, está compuesta de los individuos más modestos de la raza, que, sin méritos suficientes para ser empleados como reproductores, prestarán excelentes servicios cono caballos de silla, como lo demuestra el hecho de que en cuantas marchas, raids, campeonatos de caballos de arma y, en general, en todas las competiciones hípicas que se han celebrado, tanto en España como en el extranjero, y han tomado parte pura sangre o cruzados de inglés, siempre se han clasificado en los primeros puestos, probando con ello que son los mejores en cuantos servicios les han exigido, deduciéndose en consecuencia que el “pura sangre” , fuera del Hipódromo, continúa siendo el mejor caballo.

En el ejército, teniendo en cuenta que una de las principales cualidades que debe poseer el caballo militar de silla es la de ser galopador, se hace indispensable la sangre inglesa, y la práctica ha sancionado que la cruza más conveniente para obtener nuestro caballo de guerra es el anglo-árabe-hispano.

Vemos, pues, que el “pura sangre” no corre en el Hipódromo sólo por correr, como espectáculo, sino que lo hace para que sus actuaciones decidan si es merecedor de cumplir dignamente su misión de mejorador de otras razas y, en caso de que sus pruebas de Hipódromo revelen que no posee suficiente clase para ello, siempre servirá para excelente caballo de silla, tan preciado por los buenos jinetes.

Recordemos, a este respecto, lo que sobre el “pura sangre” decía el gran jinete Adolfo Botín. “Quien no haya montado nunca un “pura sangre”, no puede estar seguro de saber montar a caballo; el que lo haya montado y no le guste, puede estar absolutamente convencido de que no sabe”.